para Javier Alvarez
Transitaba 33 años después, Javier, por la calzada Tlalpan con Pedro Miguel y Truchita, nos abríamos paso por la ciudad imposible que, sin embargo, seguía siendo el lugar posible de nuestros sueños, la calzada estaba húmeda como cuando tú y yo nos disfrazábamos de frac y paseábamos de noche por el zócalo con unas gardenias en la mano saludando transeúntes, leíamos a Paul Eluard con un fondo desgarrado de Archie Shepp y de Coltrane, México era una utopía y nosotros nos sentíamos parte de ella --transitaba 33 años después por Tlalpan y de pronto en mi ventana se cruzó inadvertidamente la estación de metro Chabacano y tu música irrumpió en la cabina del automóvil con la violencia más dulce, con la dulzura más violenta, somos música, pensé, estamos hechos de esa materia parecida al agua que comunica todo con todo, el sonido con el hambre, la luz con el tiempo, somos música que se desenvuelve sobre la palma interminable de nuestra mano, se lo dije a Pedro Miguel (Truchita ya dormía en su hombro) cuando la estación de metro Chabacano ya era solo un punto amarillo en el retrovisor, y el silencio que siguió fue el triunfo de tu música que aún resuena, querido Javier, al fondo de mi garganta
2 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Ayer La Trucha y yo volvimos a pasar por allí, y con un destino similar al de entonces.
Publicar un comentario