28 de septiembre de 2007

Aquel imperturbable cuello


(estampa de Ran, de Akiro Kurozawa)

Cuando Lady Kaede vio que su envejecido suegro, el señor Hidetora, jefe del clan de los Ichimonji y antaño verdugo de toda su familia, procedía al reparto de su reino entre sus tres hijos, pensó que el momento soñado de la venganza había llegado.

Primero alentó a su marido contra el padre y luego contra los restantes hermanos, a sabiendas que ellos heredaban la misma crueldad, la que no tardarían en poner al servicio de su codicia. El primero en caer en la contienda fue el odiado esposo: ella rápidamente urdió una estratagema para unirse al hermano vencedor. Exigió de éste, asentando así su absoluta autoridad, que le trajera, envuelta en sal, la cabeza de su legítima esposa. Sutil como el más destilado de los venenos, enredó al ejército de su casa en una contienda que jamás se podría haber ganado, dejando que las lanzas fraticidas devastaran el dividido reino.

Fue sólo entonces cuando desde el diezmado clan se levantó con perplejo horror una espada tronchando aquel imperturbable cuello. Pero era demasiado tarde. El enemigo ya se había hecho fuerte en el bastión en llamas. Sobre el lienzo blanco de la cámara nupcial reía la sangre de Lady Kaede. Su trazo espectacular y seco cerraba –telón bermejo– la escena original del crimen. Herida orgullosa que aguardó paciente tras unas lágrimas nunca lloradas.

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